viernes, 12 de junio de 2009

Las niñas de la Borriquita

Escrito por Juan Pedro Recio Lamata

En esta Sevilla nuestra, tan dada a las celebraciones y a recordar cualquier acontecimiento por simple que sea, pronto se conmemorará una singular efeméride: el XXV aniversario de las primeras hermanas nazarenas. Fueron hermandades del centro y de túnicas negras, algunas de las pioneras en abrir hueco en sus filas a las mujeres. Hermanas que bajo un antifaz y una túnica aspiraban a compartir la penitencia y la compañía secreta junto a sus Imágenes de Cristo y la Virgen en el día más importante para cualquier nazareno de Sevilla.

En estos últimos 25 años, han pasado muchas cosas, y a la vez, no ha pasado nada. Verán: ni las cofradías han crecido desorbitadamente por el aumento de nazarenas, ni las hermanas han roto el equilibrio y la solemnidad que se le supone a los cortejos procesionales, según auguraban algunos detractores. Faltaría más. En 25 años, las hermanas se han ganado su sitio a base de trabajo y dedicación, con el empujón de las Normas Diocesanas de 1997, con el exhorto de la Mitra y por otras razones más propias de la idiosincrasia de cada hermandad. En definitiva, están ahí por derecho propio, en tiempos donde la igualdad entre sexos es indiscutible en casi todos los estamentos.

Ahora, al borde de la efeméride que les refería, con el anuncio de que el Señor del Gran Poder pronto abrirá sus brazos a nazarenas de ruán y sentimiento, sólo quedarán túnicas por estrenar a las hermanas del Silencio, la Quinta Angustia, el Santo Entierro y el Amor. Si, el Amor… y la Borriquita.

Me resulta difícil de asimilar que las niñas de esta peculiar Hermandad, cuna de nazarenos y primer tramo de la Semana Santa, no puedan vestir aún la túnica blanca que abre la tarde del Domingo de Ramos, y se vean privadas de vivir la ilusión de ese día, sólo comparable a la noche de los Reyes Magos.

Estas pequeñas nazarenas sin túnica, sólo pueden acompañar al Señor de la Entrada en Jerusalem desde la primera fila de la calle Cuna, en las sillas de la Carrera Oficial, o desde la lejanía, viéndolo subir la rampa del Salvador, porque de momento, las Reglas de su hermandad les niegan el sitio y el derecho que más del 90 % de las hermandades sevillanas ya reconocen.

Desconozco sí hay inquietudes dentro de la Hermandad para que las hermanas del Amor adquieran pronto la plenitud de derechos, pero hay veces, que la ilusión de los más pequeños merece la comprensión y la voluntad de los mayores. Hermanos del Amor: hagan algo. Las niñas de la Boriquita se lo merecen.

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